¿Cuántas veces has escuchado eso de HAY QUE COMER SALUDABLE?

Lo habrás escuchado de especialistas, profesionales del deporte, entrenadores, coach de todo tipo y puede que hasta de mí misma. Nunca me escucharás decirte que te pongas hasta arriba de comida basura, cosas excesivamente procesadas, comida rápida y que dejes de comer tus verduras, hortalizas, frutas, lácteos y proteínas de alta calidad. Así que, estoy de acuerdo en que comer sano no sólo es importante es ESENCIAL.

Pero… en el momento que ponemos el verbo HABER por medio, como obligación de hacer algo, con tantos «hay que» que tenemos en nuestro día a día, alimentarse diariamente se convierte en una tortura porque estamos pensando constantemente que «estamos a dieta». Para empezar, entendiendo mal la palabra DIETA, que no es otra cosa que un plan nutricional que has establecido de forma DIARIA.

Dicen que las palabras ejercen una «superfuerza» dentro de nuestro subconsciente y por tanto, de muchas de las cosas que, de forma rutinaria podemos hacer cada día. Si te impones comer sano vas a conseguir quizás alguna de estas cosas: estás siempre comiendo lo mismo, lechuga y pollo jajaja, te impones una prohibición de comer cosas que te gustan (que casualidad, siempre suelen ser «malas») y además, emocionalmente sufres una ansiedad por comer que quizás antes no tenías, disparando el deseo de comer todo lo que está prohibido.

Súmale a esto el pensamiento de que comer sano implica dedicar mucho tiempo a preparar tu plan diario y que encima, no sirve para toda la familia. ¿Cuántas habéis pensado…? Es que a los niños les tengo que hacer otra cosa, o… hoy cené esto mientras mi familia cenaba esto otro. Todo eso genera frustración y abandono por hacer las cosas bien.

A mí me pasó, con cuatro hijos y con un trabajo precario que me limitaba poder disponer del tiempo y con el caos de no saber ni por dónde me andaba. Por suerte, descubrí una oportunidad de hacer las cosas de un modo distinto, para empezar, tuve que desaprender muchos conceptos y aprender otros tantos, normalizar las cosas en casa y adicionalmente todos los alimentos de Herbalife me ayudaron a hacer las cosas de forma más sencilla, y sobre todo, mejor.

Sé que muchos pensáis que es química, procesados y la pregunta más común suele ser ¿pero eso me lo tengo que tomar toda la vida? ¿qué pasa cuando deje de tomarlo? Bien, os cuento la historia en sobre mi de la web, pero básicamente, he entendido que igual que tengo mi nevera llena de alimentos frescos (por cierto, ahora y gracias a la educación sobre nutrición que he recibido del equipo científico de Herbalife, mucho mejor elegidos), mi despensa con esos productos no perecederos que me sirven para mi día a día, elegidos también con más conciencia, tengo mis alimentos de Herbalife que me proporcionan una densidad nutricional que de otra forma sería complicado y caro conseguir para todos en casa.

 

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