CONTROLA ASÍ EL HAMBRE EMOCIONAL

¿Alguna vez te has parado a pensar en la relación que existe entre el hambre y las emociones? Más de la que nos podemos imaginar.
Sentir ansiedad es un mensaje que nos manda nuestro cuerpo para captar nuestra atención.

Llevamos tiempo sin dedicarle un momento a las necesidades que realmente tenemos, sumergidos en una rutina de trabajo, compromisos, estrés, mal descanso, insatisfacción…podemos decir, que esa «ansiedad» es «una llamada de auxilio». El problema aparece cuando no somos conscientes de su presencia y acaba controlándonos.

Sentir ansiedad por la comida acaba provocando un constante picoteo: que si una fruta, que si unos frutos secos, que si unos picos de pan, un trocito de queso, un montadito de jamón, un trocito de tortilla… Hasta que ese poquito a poco acaba limitando objetivos y no nos deja avanzar hasta aquello que deseamos conseguir.

No son episodios de atracón, ni comer compulsivamente, es utilizar la comida para satisfacer otras necesidades: hambre emocional. Sentir placer a través de lo que comemos es bueno, es sano y también, necesario.

Por ello, debemos saber identificar cuándo se trata de hambre emocional (de corazón) y cuándo se trata de hambre real (fisiológica).
Aprender sobre hábitos saludables, conocer los beneficios de un patrón alimentario adecuado, descubrir qué bien te sienta practicar deporte, practicar meditación, (re-)conectar unos minutos contigo mism@, conocer qué es lo que tu cuerpo necesita… Todo esto hará que comiences a diferenciar entre ansiedad por comer (gula) y hambre real.

Guarda esto en la memoria: Si necesitas comer repentinamente, no puedes esperar, comes sin satisfacerte y todo lo que se te antoja son alimentos ricos en calorías, lo tuyo no es HAMBRE REAL, es HAMBRE EMOCIONAL. Así que respira profundamente, bebe agua fresca y sal a dar un paseo.
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